Aviones de la Armada y la Fuerza Aérea descargaron más de 9.000 kilos de explosivos sobre Plaza de Mayo. El objetivo: matar a Perón. El resultado: más de 350 muertos y 1.200 heridos, la mayoría civiles. Fue el primer ataque aéreo en América Latina contra una ciudad por parte de sus propias fuerzas armadas.
“¡Qué lindo imaginar la Casa Rosada como Pearl Harbour!”. La frase, lanzada en 1953 por el capitán de fragata Jorge Alfredo Bassi, resume el odio y la sed de sangre que empujaron a un sector de las Fuerzas Armadas a concretar uno de los episodios más atroces de la historia argentina: el bombardeo del 16 de junio de 1955.
Ese mediodía, mientras miles de personas transitaban por el centro porteño, una escuadra de aviones con la inscripción “Cristo vence” en sus fuselajes comenzó a ametrallar y lanzar bombas sobre la Casa Rosada, la Plaza de Mayo y sus alrededores. Buscaban asesinar al presidente Juan Domingo Perón, provocar un golpe de Estado e instalar el terror.
Perón sobrevive; el pueblo, no
Perón se encontraba en la Casa Rosada cuando empezaron los ataques, pero logró refugiarse en el Ministerio de Guerra gracias a una advertencia de último momento. En la plaza, sin embargo, la tragedia fue inminente. Un trolebús lleno de pasajeros fue alcanzado por una de las 29 bombas lanzadas sobre la sede de gobierno. La CGT convocó a movilizarse en defensa del presidente, pero cuando la multitud volvió a congregarse, los aviones regresaron y volvieron a disparar.
El saldo fue escalofriante: más de 350 muertos y al menos 1.200 heridos. Mujeres, niños, trabajadores. El pueblo.
Impunidad garantizada
En agosto de ese año, algunos responsables fueron sometidos a un consejo de guerra. Pero todo quedó en nada tras el golpe militar del 16 de septiembre de 1955. Varios de los autores materiales e ideológicos del bombardeo no solo quedaron impunes: años después, ocuparon cargos clave en las dictaduras que siguieron.
Emilio Eduardo Massera, entonces ayudante del almirante Olivieri, sería luego parte de la Junta Militar que encabezó el genocidio iniciado en 1976. También participaron del operativo Orlando Agosti, Oscar Montes y Carlos Suárez Mason, todos ellos protagonistas del terrorismo de Estado.
Una marca imborrable

