La delicada situación económica es alimentada por la falta de sostén político. Los anuncios y trascendidos sobre medidas generan expectativas de corta duración. Y el discurso del Gobierno se agota en su propia platea.
Silvina Batakis va camino a cumplir tres semanas de gestión sin un minuto de paz. El interrogante es si el final de Martín Guzmán -previsible por el largo desgaste y a la vez, intempestivo- agravó la crisis o desnudó su profundidad. El Gobierno descalifica ahora al ex ministro por los costos de su renuncia y por haber tratado de ocultar el verdadero cuadro económico, una especie de nueva y propia herencia. El dato significativo es la descripción alarmante que hace la nueva ministra ante sus colegas y más aún, el modo en que se lo deja trascender. Junto a eso, también en la oposición empieza a hablarse de la posibilidad de un colapso. Una novedad inquietante en el circuito de la política.
Nadie habla de un quiebre dramático en términos sociales. Al contrario, de manera elogiosa o crítica, es destacada la capacidad de contención de las organizaciones “piqueteras” aliadas del oficialismo -aún con señales de diferenciación crítica em algunos casos- y de las estructuras tradicionales del sindicalismo. En rigor, es más que eso: las sucesivas crisis han generado también un tejido solidario más amplio, con trabajo destacado de organizaciones barriales no partidarias y otras vinculadas a la Iglesia Católica y a las iglesias evangélicas.
