Una investigación reciente publicada en Frontiers in Toxicology advirtió que cerca de 200 sustancias químicas presentes en envases de cartón, plásticos y resinas podrían migrar a los productos que consumimos. La palabra de los expertos.
La relación entre los envases plásticos y los riesgos para la salud ha sido objeto de estudio durante décadas. Sin embargo, un reciente informe científico ha arrojado luz sobre una amenaza particular: la exposición a sustancias químicas presentes en estos envases podría aumentar significativamente el riesgo de desarrollar cáncer de mama. Investigadores suizos han identificado más de 200 compuestos nocivos en los envases alimentarios, muchos de los cuales han demostrado ser cancerígenos. Este hallazgo, publicado en la revista Frontiers in Toxicology, subraya la urgencia de revaluar el uso de estos materiales en la industria alimentaria.
Jane Muncke, científica especializada en toxicología alimentaria y coautora del estudio, explicó que los químicos presentes en los envases migran fácilmente a los alimentos, y de allí, a nuestro cuerpo. Lo más alarmante es que algunas de estas sustancias han sido encontradas en tejidos humanos, leche materna y sangre, lo que confirma su persistencia en el organismo. Entre las sustancias peligrosas descubiertas se incluyen aminas aromáticas, benceno y estireno, todas conocidas por su capacidad para inducir tumores en animales y, en algunos casos, en humanos. Según Muncke, “los consumidores están expuestos a estas sustancias de manera crónica y, a menudo, sin saberlo”.
El estudio también destacó cómo estos compuestos alteran el sistema endocrino, afectando hormonas clave como el estrógeno y la progesterona, lo que incrementa la vulnerabilidad al cáncer de mama. Esto es particularmente preocupante para las mujeres jóvenes, que ya enfrentan un aumento en la incidencia de esta enfermedad. Los disruptores endocrinos, presentes en los plásticos, afectan no solo a través del consumo de alimentos, sino también debido a su presencia generalizada en el medio ambiente. Estas sustancias, como los PFAS (sustancias perfluoroalquiladas), son conocidas por su resistencia a la degradación y su persistencia en el entorno, lo que agrava aún más el problema.
La base de datos Mammary Carcinogens Review Database ha documentado, desde 2007, más de 200 sustancias que se han vinculado con la formación de tumores mamarios en animales. Muchos de estos compuestos se encuentran en productos de uso cotidiano, incluidos envases de plástico, papel y cartón. Lo más preocupante es la falta de estudios profundos sobre la migración de estos químicos a los alimentos y la exposición prolongada a los mismos. Los científicos piden una regulación más estricta y la adopción de alternativas más seguras para reducir el impacto de estos contaminantes en la salud pública.
En Argentina, la situación no es diferente. El Dr. Diego Kaen, presidente de la Asociación Argentina de Oncología Clínica, hizo eco de la preocupación internacional al señalar que el cáncer de mama afecta cada vez a mujeres más jóvenes. Aunque el estilo de vida, la mala alimentación y la obesidad también juegan un papel importante en el aumento del riesgo, la exposición a sustancias químicas cancerígenas es un factor que no se puede ignorar. Kaen insistió en la necesidad de fomentar hábitos más saludables y promover exámenes preventivos, como la mamografía, que permite detectar tumores en etapas tempranas.
A pesar de la creciente preocupación, la industria alimentaria continúa utilizando envases plásticos de manera masiva. Según los expertos, en EE.UU. se producen anualmente más de un millón de libras de estas sustancias peligrosas. Los defensores de la salud pública y los científicos coinciden en que es fundamental concienciar a la población sobre los riesgos y exigir a las empresas que adopten alternativas más seguras, como materiales biodegradables o con menor impacto químico.