Llaryora advirtió que puede haber muertos por el abandono de la ruta 19. En La Rioja, las rutas nacionales están en estado crítico y quienes transitan a diario exigen respuestas. El ajuste libertario no sólo frena el desarrollo: pone vidas en riesgo.
El gobernador cordobés Martín Llaryora alzó la voz y lanzó una advertencia contundente al presidente Javier Milei: el abandono de las rutas nacionales puede costar vidas. Lo hizo al relanzar la obra de la autopista de la ruta 19, a la que definió sin rodeos como “la ruta de la muerte”. Córdoba decidió avanzar por su cuenta para finalizar una obra estratégica abandonada por la Nación. Mientras tanto, en La Rioja, la situación es igual de alarmante.
Tramos de rutas nacionales como la RN38, la RN79 y la RN76 están en condiciones críticas: banquinas comidas, señalización inexistente, baches peligrosos y mantenimiento nulo. Quienes viajan a diario por estas vías —productores, trabajadores, familias enteras— vienen reclamando desde hace tiempo que se realicen obras urgentes para evitar accidentes y garantizar la conectividad.
Pero el Gobierno nacional ha tomado una decisión ideológica: paralizar toda obra pública. “La obra pública era un curro”, repite Milei, mientras las rutas se desmoronan y el país se vuelve cada vez más peligroso para moverse.
En Córdoba, Llaryora lo dijo con claridad: “la infraestructura salva vidas y genera progreso”. ¿Hace falta una tragedia para que esa frase se entienda? ¿Quién se hace cargo del costo humano que deja esta política de ajuste brutal?
La suspensión del mantenimiento de las rutas no es una medida técnica: es una política de abandono. Afecta la economía, frena el desarrollo regional, destruye empleos y pone en riesgo a miles de personas. Y La Rioja, atravesada por varias rutas nacionales clave, no es la excepción.
Mientras algunas provincias comienzan a buscar soluciones propias, la presión en La Rioja también crece. No sólo los gobiernos, también la gente exige lo obvio: rutas en condiciones, seguras, transitables. Porque sin infraestructura, no hay futuro. Y sin rutas, tampoco hay vida.