Tenía 47 años. Había sufrido un ACV hace dos semanas y permanecía internada en el hospital José María Cullen de Santa Fe. Fue seis veces campeona mundial y un símbolo del boxeo femenino.
Alejandra “Locomotora” Oliveras, una de las máximas referentes del boxeo argentino, murió este lunes a los 47 años. La ex campeona mundial se encontraba internada desde hacía dos semanas tras haber sufrido un ACV. Su estado era delicado y permanecía en terapia intensiva en Santa Fe, donde estaba radicada.
Nacida en Jujuy y formada en Córdoba, Oliveras tuvo una vida marcada por la lucha. Fue madre adolescente, creció en la pobreza y vivió situaciones de violencia. El boxeo no solo fue su salida: fue su gran pasión y su campo de batalla.
Subió al ring en 38 ocasiones y ganó 33 peleas. Se consagró campeona del mundo seis veces, algo que pocas boxeadoras argentinas lograron. Su pelea más recordada fue en 2006, cuando venció por nocaut a la mexicana Jackie Nava en Tijuana, logrando el primer triunfo internacional de una argentina en el boxeo profesional femenino.
Pero también cargó con derrotas duras. La más dolorosa, según ella misma admitía, fue ante Marcela “La Tigresa” Acuña en el Luna Park en 2008, en un duelo que marcó una época.
Después de colgar los guantes en 2017, “Locomotora” se reinventó: se convirtió en influencer, compartió entrenamientos, frases motivacionales y hasta tuvo su paso por la TV. En 2007 participó en Bailando por un Sueño, y en los últimos años incursionó en la política. En 2021 fue candidata a diputada nacional y en 2024 fue designada por Patricia Bullrich como parte de la Dirección Nacional de Seguridad en Eventos Deportivos.
Además, había sido electa para la Convención Constituyente de Santa Fe por el Frente de la Esperanza. El ACV que terminó con su vida ocurrió el mismo día en que la convención comenzó a sesionar.
Carismática, directa, sin filtro y de una energía inagotable, Alejandra Oliveras fue mucho más que una boxeadora: fue una sobreviviente, una luchadora de la vida.
“Soy una Rocky mujer, pero de verdad”, decía con orgullo. Y no le faltaba razón.
