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Al barco libertario se le rompió un ancla financiera

El Gobierno de Javier Milei enfrenta una crisis financiera autoinfligida al cerrar la “ventanilla” de liquidez bancaria y perder el control sobre las tasas de interés, lo que desata volatilidad y pone en jaque su estrategia económica.



La coyuntura financiera argentina vive días de alta tensión y creciente incertidumbre. Mientras la desinformación alimenta la angustia popular, el Gobierno responde con insultos a quienes cuestionan su gestión, eludiendo el debate público que toda democracia necesita para corregir el rumbo.

El economista Miguel Palou explica que Milei asumió con una pesada “bola de nieve” de deuda en instrumentos financieros del Banco Central (Leliq y pases) por 17 billones de pesos, que el Estado debía financiar con emisión constante y tasas de interés astronómicas, en un contexto inflacionario descontrolado.

La gestión libertaria intentó cambiar esos instrumentos por Letras Fiscales de Liquidez (“Lefis”), cuyo pago depende del Tesoro y no del Banco Central, lo que “teóricamente” limita la emisión monetaria automática. Pero en julio, el Ministerio de Economía decidió no renovar las Lefis y las sustituyó por Letras del Tesoro a plazos mucho más largos, cerrando así la ventanilla que garantizaba liquidez inmediata a los bancos.

Este cambio abrupto, un error no forzado del actual Gobierno, generó un exceso de pesos en el mercado y una caída libre en las tasas de interés, que llegaron a un alarmante 12% anual —muy por debajo de la inflación—, invitando a dolarizarse y desestabilizando aún más el sistema.

Para corregir, el Estado lanzó licitaciones de Letras con tasas elevadas para atraer pesos, pero terminó secando la plaza y causando un salto brutal en las tasas del mercado de cauciones, desde 12% hasta picos de 150% anual en pocas horas. Luego, la tasa se estabilizó alrededor del 35-40%, pero la volatilidad continuó y el dólar comenzó a sobrecalentarse.

El problema se agravó a fin de julio, cuando vencieron 11,8 billones en Letras del Tesoro, y sólo se renovaron 9 billones con tasas que duplicaron el costo previo, sin poder renovar 2,8 billones que quedaron “sueltos” en el mercado.

Para contener el descontrol, el Gobierno recurrió a una medida poco libertaria: aumentar los encajes bancarios al 40%, inmovilizando depósitos y restringiendo la capacidad de crédito. Esto complica la recuperación económica, que Milei prometió sin admitir la recesión que ya impacta.

En síntesis:

La crisis es resultado tanto de herencias pasadas como de errores propios del Gobierno actual, que perdió el “ancla nominal” y tuvo que intervenir para contener el caos.

Las tasas de interés para renovar deuda pública se disparan, lo que asfixia el crédito privado y la inversión.

Los bancos y los inversores prefieren apostar a instrumentos seguros del Estado antes que financiar la producción, alimentando la especulación y estancando el crecimiento real.

El “barco libertario” de Milei naufraga en aguas turbulentas, víctima de decisiones contradictorias y de una economía que, lejos de liberarse, parece cada vez más encadenada a su propia crisis.

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