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El plan oficial que condena a los trabajadores: sueldos por debajo de la inflación y consumo en crisis

Pese a los discursos oficiales que celebran la desaceleración de la inflación, los salarios siguen perdiendo poder adquisitivo. Según el último informe del INDEC, en abril los sueldos de los trabajadores registrados crecieron por debajo de la inflación: los privados aumentaron 2,5% y los estatales, apenas 2,3%, frente a una suba del IPC del 2,8%.



La situación confirma un patrón que se repite desde diciembre de 2023: bajo la presidencia de Javier Milei, los ingresos no logran recomponerse frente a los precios. Lejos de revertirse, la tendencia se agudizó en 2025, con el gobierno nacional poniendo un freno explícito a las negociaciones paritarias, especialmente en el sector privado.

Salarios en baja, consumo estancado

El ajuste salarial no es casual. Forma parte de una estrategia oficial que busca contener la inflación a fuerza de limitar la cantidad de dinero circulante, incluso a costa del consumo. El razonamiento es simple: con menos pesos en la calle, se reduce la presión sobre los precios. Sin embargo, el costo es evidente: 15 meses consecutivos de caída en las ventas y un mercado interno paralizado, que apenas mostró un débil repunte en mayo.

Según datos del INDEC, el salario real formal cayó 1,3% en el primer cuatrimestre del año. En ese período, los trabajadores privados perdieron 1,7% y los estatales, 0,2%. Pero el deterioro es más profundo si se toma como referencia el inicio del gobierno de Milei. Un informe de la consultora ACM revela que desde noviembre de 2023 los trabajadores privados perdieron 1,1% de poder adquisitivo, mientras que los empleados públicos sufrieron una caída superior al 15%.

La motosierra también llegó a las paritarias

Durante la segunda mitad de 2024 hubo una tenue mejora de los salarios formales. Sin embargo, el rebote fue fugaz: en 2025, la curva volvió a terreno negativo. La causa, según fuentes sindicales y empresarias, es la orden directa del Ministerio de Economía a la Secretaría de Trabajo para no homologar paritarias con aumentos superiores al 1% mensual.

La única válvula de escape han sido las sumas fijas, impulsadas por algunos gremios, aunque con un impacto limitado y sin efecto acumulativo. Al Gobierno le resultan convenientes porque evitan que los aumentos se trasladen a los precios.

La grieta entre la macro y la calle

La política de enfriamiento económico que impulsa la Casa Rosada generó una fuerte disociación entre las variables macro —que muestran superávit fiscal, reservas en alza y dólar contenido— y la economía real, donde el poder de compra sigue en caída y la industria no logra repuntar.

En ese contexto, el Ejecutivo sigue avanzando en la desregulación de sectores y la apertura de importaciones como herramientas para disciplinar los precios. La ANMAT, por ejemplo, autorizó la rebaja de aranceles para importar alimentos, en un intento por generar competencia y achicar el “costo argentino”.

Pero la pregunta que empieza a sonar con más fuerza es otra: ¿cuánto más podrá resistir el bolsillo de los argentinos sin mejoras salariales reales?

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