Cada vez que un gobierno anuncia una nueva fórmula de movilidad previsional lo hace con el mismo eslogan: “ordenar el sistema” y “garantizar su sustentabilidad”. Pero en la práctica ocurre lo contrario: las jubilaciones vuelven a convertirse en la variable de ajuste. Y el reciente índice combinado no escapa a esa lógica. Detrás del lenguaje técnico, lo que se consolida es una transferencia silenciosa de recursos desde quienes ya trabajaron toda la vida hacia un Estado que equilibra sus cuentas recortando donde menos debería.
En los últimos días se difundió el nuevo mecanismo de cálculo del haber inicial para quienes se jubilen a partir del 1° de diciembre de 2025. Ese monto surge del promedio de los últimos diez años de salario, pero actualizado muy por debajo de la inflación. El resultado es previsible: el haber con el que una persona inicia su retiro ya nace desfasado y condenado a perder contra los precios.
La crítica no es nueva: la movilidad no acompaña la inflación real. Mientras medicamentos, alimentos, alquileres y servicios aumentan más rápido que cualquier índice, el haber queda rezagado trimestre tras trimestre. El deterioro no es un accidente, es una tendencia estructural. Hoy, el haber inicial apenas roza el 50% del histórico 82% móvil. El principio de sustitución —ese puente que debía garantizar una transición digna entre la vida laboral y la jubilación— quedó en ruinas.
La dimensión humana de este ajuste se ve todos los días. El caso de Don Ernesto, metalúrgico desde los 17 años, es un ejemplo entre millones: al jubilarse cobró apenas un tercio de lo que ganaba trabajando. Con medicamentos crónicos y gastos básicos creciendo sin control, nunca logró recuperar el terreno perdido. La movilidad atada al IPC dos meses atrasado apenas administró su empobrecimiento. Terminó dejando su casa y mudándose con su hija. Y su historia se repite en casi seis millones de jubilados.
En ninguna ciudad del país una jubilación mínima cubre un alquiler. Tampoco puede hacer frente al costo de la salud y de una vejez que naturalmente demanda más cuidados. Muchos adultos mayores reemplazan medicamentos, ajustan comidas, apagan estufas y resignan calidad de vida. La movilidad previsional dejó de ser un instrumento de protección: hoy es el mecanismo administrativo de una caída permanente.
A este escenario se suma un debate que vuelve cíclicamente: llevar la edad jubilatoria a los 70 años. La discusión se plantea desde el Excel fiscal, no desde la realidad. ¿Puede un país con altísima informalidad, trabajos precarios y oficios que deterioran físicamente exigir a su población extender la vida laboral hasta los 70? ¿Puede hacerlo cuando ni siquiera garantiza aportes regulares durante el ciclo laboral?
Plantear que “hay que trabajar más años para sostener el sistema” es una simplificación peligrosa. La verdadera sustentabilidad no se logra agotando a quienes ya dieron todo, sino ampliando la base de aportantes: empleo formal, menos evasión, mejor fiscalización y herramientas de financiamiento previsional que complementen el esquema estatal. El problema no se soluciona estirando el retiro, sino haciendo que el sistema funcione.
También falta una pata clave: el sistema financiero. En otros países, los fondos previsionales se apoyan en instrumentos de ahorro e inversión de largo plazo. En Argentina, la inestabilidad crónica frustró cualquier intento serio de desarrollar opciones voluntarias, accesibles y seguras. Fortalecer ese mercado permitiría aliviar al Estado sin cargar todo el peso sobre los jubilados.
La discusión de fondo no es la edad jubilatoria. Es la dignidad humana. Ningún plan económico puede sostenerse recortando a quienes ya hicieron su aporte durante décadas. No se construye un país estable dejando atrás a sus mayores. De lo contrario, la vejez se convierte en una etapa de sacrificio silencioso y no en el derecho a un retiro tranquilo y cuidado.
La incómoda verdad es que hoy los jubilados sostienen buena parte del equilibrio fiscal que se celebra desde el poder político. Pero la pregunta central sigue sin responderse: ¿Qué lugar les queremos dar como sociedad a quienes construyeron el país en el que vivimos?